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México es un país rico en artesanía y su pueblo la trabaja con tradiciones que subsisten desde tiempos ancestrales. La artesanía en México y particularmente en el estado de Guerrero es un valuarte que se pasa de generación en generación y entrega al visitante un objeto digno de colección o de un apreciado regalo... y siempre con algo al alcance de su presupuesto. Según consigna la
Enciclopedia de México, "los antiguos" mexicanos utilizaban
la corteza del ficus, la maceraban en agua, machacandola con piedras
pulimentadas; a la pasta así
obtenida agregaban una sustancia glutinosa que obtenían de los seudobulbos de
las orquideas; secaban las láminas al sol y luego las unían para formar los
libros que se conocen como códices". Desde aquel entonces, han
pasado más de mil años, pero la tradición suele ser más fuerte que el
tiempo, y en dos poblados del Estado de Guerrero, Ameyaltepec y Maxela, se
siguen haciendo pinturas sobre papel amate. Todavía se usa la misma técnica ancestral para fabricar el papel, y todavía se elaboran pinturas a base de tierras y vegetales para plasmar en el amate los sentimientos de un pueblo. Eso quizá, sea lo más importante, el hecho de poder dejar huella de lo que se piensa y lo que se siente, del significado de la vida y la muerte, de la cotidianidad misma que, en aquella época, se manifestaba por medio de jeroglíficos y símbolos sagrados, y que hoy, en nuestros días, se vale de las figuras estilizadas del reino de la naturaleza, especialmente plantas y animales, destacando entre estos últimos las aves tropicales que han poblado con su canto y con su plumaje multicolor el paisaje de Guerrero. Ahí, precisamente,
radica la condición pictórica del pueblo guerrerense, en el extraordinario
paisaje donde habitan, abundancia de colores, texturas, sonidos y estados de ánimo
que, al final,
siempre se expresan a través de los pinceles. Porque Guerrero es selva, montaña
y mar, es playa
de dorados atardeceres o campo de cultivo, es huerto de frutos tropicales o
colorida fauna de tierra caliente, es coco y piña, papaya y mango, tamarindo y
limón para darle sabor y color a la existencia. Por eso en Olinalá se han
vuelto famosas las cajas y los arcones de aromática madera de lináloe con
doble capa de laca,"rayados" o "recortados" en alegres
dibujos de flores, plantas, aves o conejos que se destacan, como en relieve,
sobre un fondo rojo, blanco o negro. Ahí mismo, también, las manos artesanales
pintan bateas y bules, jícaras, tejonicos y tecomates, así como figuritas
zoomorfas llamadas "de pipirucha". También en este lugar se siguen utilizando las pinturas extraídas de tierras y vegetales, así como de las púas de maguey o del huisache para el esgrafiado, y el aceite de Chia para el pulido. Por su parte, las "figuras de tenchoquelite" (de fruteros, aves o plantas), se confeccionan en Teloloapan, donde también se mantiene la tradición de pintar máscaras para los bailables y los rituales propios de las festividades y el folclor de este pueblo. Con semejantes antecedentes y una
tradición tan rica en el campo pictórico, no es extraño que la Casa de la
Cultura de Acapulco (ubicada sobre la avenida Costera Miguel Alemán) presente, con tanta frecuencia, nutridas muestras de
la obra de los jóvenes pintores Guerrerenses.
Entre ellos podemos
observar una gran variedad de estilos y tendencias estéticas, desde lo mas académico
hasta lo más contemporáneo, incluyendo el llamado postmodernismo. Sin embargo,
los que más llaman la atención son aquellos que han sabido combinar las técnicas
y estilos de corte contemporáneo, con el colorido y la gran profusión de formas
y motivos que proporciona al paisaje de Guerrero: mar, selva, montaña, frutos,
fauna y mas que nada, gente, gente viva y alegre que sabe mantenerla tradición y
apreciar los colores, las formas, las texturas.
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